Yo no cocino.
Tampoco limpio, ni hago tareas del hogar.
No es que no sepa, es que no procede.
Me explico.
Hay que aprender para tener éxito.
Hay que aprender dos cosas que son clave.
La primera es el valor del tiempo.
La segunda es el valor del resultado.
Me costó aprender el valor del tiempo.
Yo tenía mentalidad de pobre cuando todavía no tenía cerebro de pago.
Y no pagaba a una señora para casa por ahorrar.
Por ahorrar… Pobre insensato.
¿Mi hora vale 500€ y no pago a una señora que me vale 10€?
Entonces lo entendí, y cuando me di cuenta dejé de limpiar.
Me sale muy caro. Pagar es más barato, y así yo pienso más tiempo.
¿Correcto? Correcto.
Cuando entiendes el valor del tiempo, dejas de hacer muchas cosas.
Hay correos que no respondo.
Reuniones que cancelo.
Y mil cosas que dejo de hacer por priorizar mi tiempo.
O cosas que delego porque mi tiempo vale mucho.
La segunda cosa que entendí es el valor del resultado.
Un cocinero siempre cocinará mejor que yo.
Entonces por qué narices voy a cocinar yo.
¡Por qué!
¿Sentido? Ningún sentido.
Las cosas salen mucho mejor cuando tu haces lo tuyo.
Yo pienso. Se me da muy bien, mi trabajo es pensar.
No es recordar las cosas, se me olvidan todo el rato.
Tampoco es ejecutar, tengo personas mejores.
Mi trabajo es pensar. Ahí soy el p*to amo.
Entonces, si has aprendido esta lección poco a poco lo entenderás.
Una hora tuya estudiando cómo ganar más dinero vale más que limpiando.
Porque esa hora la rentarás mucho más.
Y una hora tuya pagando a expertos rentará mucho más que haciéndolo tú.
Porque aunque cocines muy bien, no eres cocinero profesional.
Nosotros no cocinamos, pero marketing…
¡Ay, el marketing! Que buenos somos j*der.
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